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sábado, 3 de julio de 2010

Una calurosa noche de verano


Andrés bajó de la oficina y dirigió lenta y pesadamente sus pasos a casa. El sol lanzaba sus últimos rayos rojizos sobre la ciudad pugnando con las alargadas sombras que reptaban invadiendo cada uno de sus rincones. Era uno de los meses de Agosto más calurosos que podía recordar, la mayoría de los vecinos habían huido de la selva de hormigón y acero buscando refugio y descanso lo más lejos que sus bolsillos les permitieran, pero él tenía que penar en galeras para recuperar horas perdidas de trabajo. Había sido uno de los años más nefastos de su vida, su matrimonio había fracasado tras solo dos años de convivencia, pero lo más triste es que no hubo una causa clara para ello, el calor fue muriendo lenta, silenciosa, inexorablemente hasta llegar un momento en que eran perfectos conocidos extraños lo cual convirtió la situación en insoportable finalizando en una amarga ruptura. La cabeza de Andrés centrifugaba ideas confusas, ¿qué fue lo que hizo mal?, ¿o fue lo que no hizo?, ¿fue en realidad el matrimonio lo que lo estropeó todo? ,¿pudo haber sido el final menos doloroso? .Si al menos hubieran existido razones claras le servirían como excusa salvavidas frente a la nada que amenazaba con devorar su alma.

En medio de esta tormenta de pensamientos llegó al portal de su casa, la noche ya se había echado encima aliviando la ciudad del calor sofocante y dejando un ambiente de palpitante soledad. Era un edificio antiguo en una vieja barriada, uno de esos lugares que parecían haberse congelado en una época en que la gente deseaba vivir más la vida de su vecino que la suya propia y no aislada y atrincherada como actualmente. Entró y llamó al ascensor, un viejo cacharro que al subir y bajar separaba la piel de los órganos internos. Unas cuantas vueltas de llave y se dejo caer sobre el viejo sillón que había llevado a todas partes. Por fin pudo respirar en aquel piso alquilado, mirando por la ventana el singular panorama de una ciudad desierta en verano. En algunos pisos había luz dejando entrever la particular tragicomedia de la vida de sus inquilinos. A través de un gran ventanal podía ver una familia cenando, la madre luchaba por que sus hijos comieran mientras el padre miraba atentamente la televisión. Tal escena recordó a Andrés que tenia que cenar algo pero antes fue a ducharse. El agua fría se llevó parte de su asfixia pero algo seguía dejándolo sin aire y sin ganas de tomarlo. Abrió un plato precocinado y se sentó a cenar en el sillón para seguir observando por la ventana. Tras las cortinas de otra ventana se transparentaba la esbelta silueta de una mujer que se estaba cambiando de ropa, podía distinguir las cerradas curvas y el sinuoso diseño, su sensualidad y misterio, pero mas que excitación sintió una punzada de soledad y vacío. En ese momento una serie de ruidos le sacaron de sus sensaciones, escucho más atentamente...parecía que venían del piso de al lado, se dirigió a la habitación que pegaba con la de su vecina, por lo que sabía una señora viuda algo entrada en edad...una serie de voces de hombre y mujer y golpeteos inundaban toda la habitación. Parecía que su vecina había encontrado compañía esa noche, lo que faltaba para hacer su existencia más insoportable. Decidió alejarse lo más posible de esa habitación, fue al salón y abrió la ventana, un enjambre de luces fantasmales había invadido toda la ciudad, las calles estaban perfectamente alumbradas pero apenas pasaba gente por ellas. Bajo la luz de una farola a la que desesperadamente acudían nubes de insectos una pareja conversaba acariciándose mutuamente, era como si ellos fueran los únicos protagonistas de la función del mundo a los que un foco iluminara y destacara .Mas allá se oía un grupo de crios corretear y jugar felices por tener tanto espacio y poderlo hacer a horas tan tardías. Otra vez ruidos desde la habitación de la vecina, esta vez parecía un desgarro profundo de una voz femenina, parece que esa noche habían decidido acabar con las pocas ganas de vida que le quedaban, se dirigió al dormitorio y golpeteó con rabia la pared. La respuesta fue un silencio sepulcral, parecía que sus golpes habían tenido el efecto deseado y la pareja había decido no seguir atormentándole quizás por vergüenza, quizás por que el cansancio pudo con ellos. Andrés se tumbo en la cama, su cuerpo parecía lo más pesado del mundo, algo que jamás podría levantar y conducir de nuevo a la rutina diaria, su mente estaba cansada pero curiosamente le era imposible dormir, constantemente recordaba su cara...sus manos...sus ojos...que ya nunca besaría, acariciaría y miraría. Sacó con asco las pastillas del cajón y se tomó unas cuantas, puede que demasiadas, pero realmente ya no le importaba mucho. Un sueño pegajoso, pesado y antinatural se fue apoderando de él hasta que finalmente quedo dormido.


Un ruido taladraba sus oídos, el despertador se desgañitaba por sacarle de ese pozo negro en que se sumergió al acostarse. Atontado se levantó y lo apagó, miró la hora y una alarma mecánica creada por la rutina saltó al ver que tenía muy poco tiempo para llegar a la oficina. Apresuradamente se vistió, aseó y cogiendo una tostada salió por la puerta encontrando fuera un espectáculo de lo más inusual. Una multitud estaba en el piso rodeando la puerta de su vecina, acercándose vio que la policía estaba precintando la puerta. Un señor alto, calvo y con bigote se acercó a él presentándose como inspector, sorprendido le preguntó que es lo que estaba pasando. Con gran estupefacción se enteró que anoche alguien entró en el piso de su vecina, la atacó violentamente acabando con su vida y huyó llevándose todo cuanto pudo. Tras las rutinarias preguntas del inspector dirigió lenta y pesadamente sus pasos a la oficina .El sol volvía a barnizar toda la ciudad con sus rayos notando que seria otro día muy caluroso, pero esta vez Andrés no sintió agobio, pues volvería a sentir otra calurosa noche de verano.

FIN

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